martes, 6 de mayo de 2014

Yo creo en La Naturaleza


Yo creo.
Yo creo en un Dios.
Yo creo en un Dios que muchos no ven, aún teniéndolo a su lado.
Yo creo en un Dios que está presente, todos los días, todo el día y a nuestro alrededor.

Presente en una flor que se abre, eso es Dios.
Presente en la brisa que sopla cada mañana; en las aves que cantan en mi ventana; en cada risa de un bebé recién nacido.
Yo no creo en un hombre sentado en un trono, yo creo en la esencia de la vida rodeándonos siempre.
Porque, ¿Quién más podría ser padre y madre de la creación del mundo, sino la naturaleza que nos ha hecho a todos de placer y a su gusto? ¿A que otro semejante podríamos estar ligados sino a nuestra propia escencia natural?

Muchos ven, pero no observan; oyen, pero no escuchan; presencian, mas no sienten.

Porque todo el que siente el sol en su piel, la brisa en su cara, el aroma de las flores…, está viendo la grandeza de la creación que se ha manifestado durante millones de años. Sin embargo buscan dioses en un cuerpo mortal, humano, a su "semejanza", porque no consideran semejante a la naturaleza; se consideran superiores, ajenos, lejanos… No encuentran placer en ver a un ave cantar, ni en ver las olas del mar correr; no saben lo que significa la mirada de un perro, ni la caricia de la noche. No entienden lo divino en lo corriente, ni el amor de la naturaleza hacia el hombre.

Buscan en muchos lugares; buscan en palacios, en edificaciones; buscan en cimas de montañas y en caminos de cemento; buscan todo lo que no necesitan buscar, mas nunca buscan a su alrededor. Porque la belleza de este mundo está hasta en la piedra más pequeña.

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